jueves, 28 de marzo de 2019

Los Cañaris y la conquista española de la sierra ecuatoriana. Otro capítulo de las relaciones interétnicas en el siglo XVI


Presentamos otro texto del gran etnohistoriador alemán y ecuatorianista Udo Oberem. Este articulo reúne algunas noticias sobre las relaciones entre Cañaris y españoles durante la conquista y las primeras décadas de la dominación extranjera, o mejor dicho de la dominación española porque los incas también fueron extranjeros. Entre otras se presentarán noticias valiosas de algunos Cañaris acerca de la participación de esta etnia en la conquista española de la Sierra ecuatoriana sacadas de un documento hasta ahora desconocido e inédito. Como siempre, al final de esta entrada está abierta la caja de comentarios para propiciar el debate.

Por Udo Oberem*




“Monument Péruvien du Cañar”. Ilustración de Ingapirca elaborada por Alexander von Humboldt y publicada en Vues des Cordillères, et monumens des peuples indigènes de l’Amérique. Paris, Schoell, (1810)



En relación con la conquista española del imperio incaico gozaba de absoluta autoridad un modelo muy simplificado, de acuerdo al cual unos pocos españoles estuvieron en capacidad de conquistar dicho imperio rápidamente y con poca resistencia por parte de los indígenas y pudieron sofocar con facilidad algunas sublevaciones. Este modelo se basaba casi exclusivamente en los escritos de los cronistas o en las relaciones de servicios y méritos de los mismos conquistadores, quienes para conseguir mercedes del rey habían de hacer brillas sus proezas y esfuerzos sin mencionar -o muy aisladamente- la ayuda que recibieron de parte de algunas etnias indígenas subyugadas por los incas. 



Desde hace solamente unos pocos años los historiadores y etnohistoriadores empiezan a valorizar la Conquista no solamente a través de los ojos de los españoles, sino también valiéndose cada vez más de los testimonios de los vencidos. Especialmente gracias a las valiosas publicaciones de Waldemar Espinoza Soriano sabemos que no hubiera sido posible la Conquista en una forma tan rápida por parte de los españoles sin la ayuda de algunas etnias indígenas que se pusieron del lado español ora para liberarse del yugo incaico ora para pedir a los forasteros ayuda contra una de las dos fracciones en que fue dividido el imperio en la época de la llegada de Francisco Pizarro y sus huestes[1]. Además de los “Chachas” y “Huancas” cuya actitud describe W. Espinosa Soriano, los Cañaris se perfilaron de una forma importantísima especialmente en la Conquista de la parte Norte del Tahuantinsuyu.



Este articulo reúne algunas noticias sobre las relaciones entre Cañaris y españoles durante la conquista y las primeras décadas de la dominación extranjera, o mejor dicho de la dominación española porque los incas también fueron extranjeros[2]. Entre otras se presentarán noticias valiosas de algunos Cañaris acerca de la participación de esta etnia en la conquista española de la Sierra ecuatoriana sacadas de un documento hasta ahora desconocido e inédito. Estas noticias no pretenden ser completas; mi deseo es más bien dar con ellas un empuje para futuros estudios más profundos, investigaciones que tendrán que basarse especialmente en búsquedas en los archivos locales y centrales del Ecuador y de España respectivamente. Las publicaciones que existen sobre los Cañaris, tan interesantes como fueron en su época de aparición, se han convertido en obras algo anticuadas[3], o que abarcan solamente rasgos de la cultura[4] o son resúmenes populares para aficionados[5].



Cuando D. Francisco Pizarro y sus hombres se encontraban en Túmbez en el año 1532 fue al encuentro del conquistador español un grupo de indios a pedir ayuda a los recién llegados contra los oficiales del Inca Atahualpa, de quienes tenían que sufrir muchos abusos y persecuciones. Estos indios fueron Cañaris, cuya patria se extendía en las actuales provincias de Cañar y Azuay en la Sierra Sur del Ecuador. Para mejorar entendimiento de dichos sucesos es imprescindible recordar la historia de las relaciones anteriores entre Cañaris y Incas.

Los Cañaris formaban una unidad cultural más no política cuando los Incas venidos del Sur toparon con ellos en la segunda mitad del siglo XVI. Una comparación de los cronistas deja ver claramente la poca dificultad que tuvo el Inca Tupac Yupanqui en incorporar a los Cañaris en su imperio. Con todo no es perfectamente claro si los Cañaris se sometieron luego de algunas batallas, y más tarde se sublevaron provocando de tal manera una segunda conquista por parte de los Incas o si acaso tan solo fueron algunos grupos los que se sometieron, mientras otros se defendieron hasta ser vencidos. Este problema, aún no aclarado, tiene sin embargo poca importancia para este artículo. De cualquier manera el Inca llevó una parte de los Cañaris consigo al Cuzco y a otras regiones del Tahuantinsuyo y envió otras etnias como mitmacuna al país de los Cañaris, asegurando así su dominio en la región, secundado con la construcción de una fortaleza donde puso una guarnición de tropas fieles.

Ya en vida de Huayna Capac, sucesor de Tupac Yupanqui, el país de los Cañaris formaba una provincia tranquila en el imperio. Allí los Incas fundaron Tomebamba, como un centro administrativo para las regiones recién conquistadas del Norte y agrandaron la ciudad como “un otro Cuzco”. Los habitantes provenían de muchas etnias además de los Cañaris. Parece que ellos gozaban de una posición bastante privilegiada, como por ejemplo en el servicio de los templos. Pero de los Cañaris se servía Huayna Capac también como soldados en sus conquistas como en las campañas contra los Caranquis. y otros Cañaris fueron enviados a la región del Cuzco donde en el valle de Yucay un numeroso grupo trabajaba en la construcción de un sitio de recreo para el Inca[6].




Avistamiento del Palacio de los Reyes Incas en el Corregimiento de Cuenca. 
Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Siglo XVIII / AHG.


Como en anteriores ocasiones en la historia incaica[7], después de la muerte de Huayna Capac se presentaron discordancias sobre la sucesión al trono. Los Cañarís y especialmente el cacique Ullco Colla -de quién no sabemos si fue realmente cacique de todos los Cañaris o solamente de un grupo de ellos, de cualquier manera un hombre de mucha influencia- se pusieron del lado de la élite tradicional del Cuzco y de su representante, Huáscar. Ullco Colla pretendía por algún tiempo ser partidario de Atahualpa, sin embargo secretamente informaba a Huáscar sobre los planes de Atahualpa. Junto con las tropas de Huáscar los Cañaris luchaban contra la élite nueva que formaban muchos de los generales de Huayna Cápac y que habían combatido con él en estas regiones norteñas junto a los que se encontraban además algunos señores étnicos de estos países. Su representante Atahualpa era como Huáscar, también un hijo de Huayna Capac. Sería interesante explicar aquí los pormenores y fines de ambos bandos, pero esto se saldría del margen del artículo. De todos modos hoy sabemos que no será posible en el futuro hablar simplemente de una división del imperio, porque después de la muerte de Huayna Capac “intereses y lealtades diversos van a movilizar las decisiones de los pueblos para inclinarse al Cuzco o a Tumipampa. Es curioso observar que algunos lugares de la Costa Norte del Perú actual, y especialmente ciertas zonas del Ecuador actual, como la región Cañar, son partidarios decididos de Huáscar, mientras que la Costa central, especialmente Chincha, se declarará por Atahualpa, junto con zonas de la Sierra que actúan de diverso modo, según se puede prever o no el resultado del conflicto”[8].

Los combates entre los partidos en la primera fase se concentraron sobre la posesión de Tomebamba. Después de haber perdido algunas batallas y hasta habiendo sido prisionero de los partidarios de Huáscar en el mismo Tomebamba, Atahualpa ganó la guerra desbaratando las tropas de Huáscar bajo el mando del general Huanca Auqui, hermano también de ambos rivales. Entre los prisioneros que cayeron en manos de Atahualpa estaba también el jefe de los partidarios de Huáscar entre los Cañaris, el cacique Ullco Colla, a quien Atahualpa envió para Quito “mandando que lo flechasen con tiraderas”. Huanca Auqui tuvo que retirarse y dejar en manos de Atahualpa la ciudad de Tomebamba. Los Cañaris, temiendo la venganza del vencedor, optaron algunos por retirarse a regiones remotas para esconderse; otros llevando consigo la momia de Mama Ocllo, mujer de Huayna Capac, se unieron a Huanca Auqui y marcharon con ésta la vía del Sur. Quienes se quedaron en el país, para aplacar la furia de Atahualpa e implorar su perdón, enviaron un grupo grande de niños al encuentro del Inca. Pese a que los niños portaban ramos como signo de paz, este gesto no sirvió para nada. Los soldados de Atahualpa no solamente asesinaron a estos niños sino también a todos los Cañaris que cayeron en sus manos, hasta mujeres preñadas. Destruyeron Tomebamba y repartieron los bienes de los partidarios de Huáscar entre sí. Parece que solamente algunas fortalezas quedaron algún tiempo en manos de los Cuzqueños. El Cañari Antón Guachalla dice, por ejemplo, en una “información” en el año de 1594, que cuando Benalcázar conquistó la “provincia de Quito” él estaba todavía en una fortaleza de “Guayay cerca de Tatay” (hoy en la provincia del Cañar) puesto allí por Mayta Inca, uno de los generales de Huáscar[9].



Huáscar y Atahualpa.


Las crueles acciones de Atahualpa dejaron profunda huella y de tal manera se explica que casi todos los cronistas más importantes la mencionan. Sobre el número exacto de los Cañaris muertos nos falta todavía una documentación profunda. En las fuentes se habla o de la pérdida de la población total o por ejemplo del descenso de 50.000 a 3.000. De todos modos parece que especialmente disminuyó el número de los hombres porque según Cieza de León habían en 1547 15 veces más mujeres que hombres entre los Cañaris[10]. Por todo esto se entiende fácilmente el deseo de los Cañaris de liberarse de la opresión de los oficiales de Atahualpa y de vengarse del Inca. Una posibilidad para esto veían en los forasteros bien armados que habían venido a Túmbez y sobre quienes habían tenido ya noticia con motivo del segundo viaje de Francisco Pizarro en 1526/27.

Entre los mensajeros de los Cañaris en Túmbez se encontraba también un cacique de la región del pueblo de Gualaceo en la actual provincia del Azuay. Se llamaba Vilchumlay. Más tarde recibió el bautismo con el nombre de Diego y los españoles le instalaron como “cacique y señor principal del repartimiento de Toctesí y Pan y Hazmal”. Don Diego murió en 1666 y le siguió en el puesto su hijo Don Francisco Ymbay. En 1694 este quería renunciar a favor de su hermano Don Juan Bistancela por cuestiones de avanzada edad. Don Juan había nacido en 1564 y entonces era mucho más joven. Para poder conseguir el puesto tuvo que presentar una "información" sobre su ascendencia y los méritos de su padre en favor de la corona española[11]. Los testigos indios por él presentados tenían más de 60 ó 70 años. Conocían todavía personalmente a Don Diego Vilchumlay y habían escuchado de él lo que pasaba en Túmbez en 1532, otros acompañaron a Don Diego en las acciones y conquistas que hizo más tarde al servicio de los españoles. Desgraciadamente el mencionado documento no es muy detallado porque se limita a mencionar los hechos más importantes. Pero se puede deducir por ejemplo de que además junto con Don Diego otros caciques de los Cañaris habían ido a Túmbez acompañados de “alguna parte de su gente”.

Los españoles que en Túmbez se hallaron al principio de la conquista del Tahuantinsuyu o no podían explicarse aún la situación interna del imperio incaico o bien  -lo que parece más probable-­ veían más importante un encuentro con el Inca mismo, de tal manera que no accedieron a la petición de los Cañaris y más bien los indujeron a acompañarles. No se dice nada en el documento si los Cañaris seguían a los españoles voluntariamente o fueron llevados por la fuerza. Es con todo de suponer que fueron de su propia voluntad, ya que en este tiempo no habían tenido ninguna dificultad de retirarse de los españoles como buenos conocedores de la región que fueron.
 


Representaciones del encuentro, captura y muerte de Atahualpa. Ilustraciones de Felipe Guamán Poma de Ayala. 
Nueva crónica y buen gobierno (1615).


Los Cañaris -y entre ellos D. Diego Vilchumlay- marcharon con Francisco Pizarro a Cajamarca y presenciaron allí la captura del Inca Atahualpa. Y “despues que bolbio de Cajamarca con los demas caciques cañares y cierta cantidad de españoles que vinieron el dicho D. Diego Vilchurnlay entró con ellos a la conquista de la provincia de Quito donde sirvió en la dicha conquista valerosamente”[12]. Esta declaración hay que interpretarla de tal manera que los Cañaris regresaron en agosto o septiembre de 1533 a Piura junto con Sebastián de Benalcázar. Después de la captura de Atahualpa y la distribución del rescate, Francisco Pizarro había mandado a Benalcázar a esta población española en la Costa donde alrededor de 40 hombres se habían quedado, estos en su mayoría enfermos y mutilados. Fue la tarea de Benalcázar esperar en Piura refuerzos de soldados que venían de Nicaragua y de otras regiones de la América Central y mandarles al real de Pizarro, quien temía que los recién venidos se independizaran para hacer conquistas por su propia cuenta. Todavía no sabemos con seguridad si Benalcázar fue de Piura a la conquista de la Sierra del actual Ecuador con el acuerdo de Pizarro, o si fue en contra de la intención de su jefe, lo que generalmente hoy se supone. Pero habría que tener en cuenta que por el hasta ahora no conocido documento de Bistancela sabemos que Pizarro sabía muy bien sobre la situación de los Cañaris, sus primeros aliados. Con esto va a tener mayor sentido además una frase de López de Gómara, quien dice: “Pizarro escribió a Sebastián de Benalcázar, que como teniente suyo estaba en San Miguel, fuese a Quito a castigar a Ruminagui y remediar a los cañares, que se quejaban y pedian ayuda”[13]. Pero como esta cuestión no es fundamental para este tema podemos dejarla aparte. 

Para que Benalcázar fuese al Norte -con o sin el acuerdo de Pizarro- fueron decisivos al fin y al cabo dos factores. El primero fue la llegada de una tropa de 200 españoles venida de Panamá y Nicaragua por la que Benalcázar disponía de una fuerza armada considerable[14]. El otro factor fue de que a Piura llegaron otros mensajeros de los Cañaris que pedían su ayuda pero que también se ofrecieron como aliados. Hay que suponer que este segundo grupo de Cañaris vino a Piura porque del primer grupo al cual pertenecía D. Diego Vilchurnlay, que hacía más de un año que había llegado a Túmbez, entretanto no habían recibido ninguna noticia. De este segundo grupo hablan por ejemplo en 1555 Agustín de Zárate o en 1582 Hernando Pablos[15]. Con ellos y los otros Cañaris, disponía Benalcázar no solamente de guías muy conocedores de los caminos, sino también de guerreros quienes querían luchar contra el enemigo común.

En la Sierra misma se unieron más Cañaris a Benalcázar. Cuando por ejemplo el conquistador español se acercaba a Cañaribamba, venían como mensajeros de un señor Oyañe los “principales” Nimique, Llenizupa y Pallacache y le trajeron como signos de paz regalos “de pita y pescado y charque de la tierra... y palomas y patos y papas y ocas”[16].

Desconocemos el número de los Cañaris que combatieron al lado de los españoles. Solamente Antonio Herrera habla una vez de 300 guerreros que acompañaban a los enviados Cañaris que firmaron una alianza con Benalcázar y en otro lugar dice que durante las batallas entre tropas incaicas y Diego de Almagro se ahogaron en un río muy correntoso “más de ochenta indios cañaris sus amigos”[17].

Sobre el papel de los Cañaris en la conquista de la “provincia de Quito” se encuentran relativamente pocas noticias en los escritos de los cronistas. Solamente al margen se menciona la ayuda tan importante de estos indios, casi ocultada entre las relaciones sobre los hechos brillantes de los españoles. Juan de Castellanos relata por ejemplo:



Yendo pues Benalcázar aviado

Según que pide militar escuela,

Procurando de ser bien informado

Del reino donde van y su tutela,

Cierto Cacique Chaparra llamado,

Lo mandó dibujar en blanca tela

Con entradas, salidas y defensa

Y de guerreros cantidad inmensa”[18].

Herrera menciona a los Cañaris como aliados de los españoles cuando después de la conquista de Riobamba el ejército de Benalcázar hizo alto allí por doce días[19]. Y el mismo cronista nos relata también que en el recién conquistado Quito los españoles podían rechazar un ataque nocturno de tropas incaicas solamente gracias al sacrificio de sus aliados Cañarís. Estas tropas incaicas pertenecían al ejército de Rumiñahui y estaban bajo el mando de “Tucomayo, señor de Latacunga” y de “Quimbalembo, señor de Chillo”[20]. Ambos jefes no fueron los “señores étnicos” de los mencionados pueblos  -el de Latacunga fue, por ejemplo en este tiempo, el cacique Hacho[21]- sino oficiales incaicos. Se puede decir que generalmente la población autóctona no ayudaba mucho a los Incas, tampoco la de Quito misma[22], sino más bien se sometió a los españoles casi sin resistencia.


Los Cañaris avisaron también a Diego de Almagro y Pedro de Alvarado la venida del ejército del general Quizquiz cuando éstos después del tratado de Santiago de Quito (Riobamba) se fueron en dirección a San Miguel de Piura. Los dos conquistadores, tan seguros de sí mismos, rechazaron sin embargo la oferta de los Cañarís de ayudarles y tuvieron por lo tanto que resistir muchas dificultades hasta poder seguir la marcha[23].



A excepción de este ejemplo, los españoles se sirvieron de los Cañaris como tropas auxiliares muchas veces también en los años siguientes. Cuando durante la sublevación de Mango Inca su general Quizu Yupangui cercaba la ciudad de Lima en el mes de agosto de 1536, un encomendero de los Cañaris, Diego de Sandoval, levantaba un cuerpo de estos indios -entre los que se encontraban D. Diego Vilchumlay- y marchaba al socorro de la ciudad cercada. “Púsose en camino con ellos, y prosiguiéndolo, sabido por los indios cercadores que venían los Cañares contra ellos, alzaron el cerco”[24]. Parece que el cronista Reginaldo de Lizárraga con esta frase más bien quería indicar la fama que los Cañaris tenían como guerreros diestros entre los indios que explicar un hecho histórico.





Grabado colonial sobre el sitio del Cuzco, ocurrido en 1536. Aquí también hubo participación cañari a favor de los españoles. 




El cerco de Lima duraba solamente poco tiempo porque la resistencia de los españoles y de muchos indios con ellos aliados forzaba a los asaltantes a retirarse ya después de 8 o 10 días[25]. Lizárraga habla de 4 a 5 000 Cañaris en la tropa de Diego de Sandoval, pero un autor moderno menciona solamente 500 Cañaris, basándose en una “probanza de servicios” de Sandoval del 19 de noviembre de 1539[26]. El número inferior parece más verosímil porque en caso contrario Sandoval habría citado con seguridad el número mayor para dejar brillar más aún sus servicios. Los Cañaris lucharon también contra los Saraguros en la actual provincia de Loja en servicio de los españoles[27] y el arriba citado documento sobre D. Diego Vílchumlay se dice que este “se halló en las conquistas de los Paltas Bracarnoros e Yndios de Yazne que adelante de Caruma y en otras partes”[28]


No sabemos con certeza sobre cuál de las muchas entradas se trata aquí, que los españoles hicieron en los años entre 1534 y 1548. Solamente existe cierta posibilidad sobre la de Bracamoros, más o menos en la región de las actuales provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe, la de Pedro de Vergara que se había distinguido en la batalla de Salinas[29]. Este conquistador usaba como base y punto de partida la región de los Cañaris. Entró allí en enero de 1540. Vergara y sus compañeros vivían a costa de los indios, les robaron las vituallas y los obligaron a servirles de coacción. A 800 Cañaris juntaron para usarlos como cargadores en la entrada proyectada. Como en 1540 el país de los Cañaris pertenecía todavía a los términos de la ciudad de Quito, algunos caciques de los Cañaris se fueron allá a quejarse de Vergara ante el cabildo. Este los tomó muy en serio. Acusaba a Vergara de estar en los términos de Quito sin legitimarse por una “provisión” del rey o del gobernador Francisco Pizarro y tampoco sin acatamiento de otras disposiciones del cabildo. Su comportamiento podía efectuar la fuga o un alzamiento de los Cañaris, que “están de paz que han dado la obediencia a Su Majestad desde el principio que esta tierra se comenzó a conquistar y los cuales han ayudado a sustentar las dichas paces ‘y es’ la provincia de los Cañares la llave de esta tierra y la que nos ayuda a conquistar esta provincia de Quito y la sustentan y de donde se han conquistado otras provincias”[30]

A ruegos del cabildo marchaba a Tomebamba Lorenzo de Aldana, el “teniente general del gobernador” en Quito. Desgraciadamente no sabemos nada sobre el resultado de esta misión. Por cierto salió Vergara de la región de Tomebamba pero eso podría haber sido también por una llamada de Cristóbal Vaca de Castro, quién reunía tropas para combatir a su lado contra 108 almagristas. En estos años, o tal vez más tarde se notaban las primeras inquietudes entre los Cañaris cansados ya por los abusos de Vergara, y por las muchas ocupaciones en los lavaderos de oro por Gonzalo Pízarro, “el cual aplicó para sí la provincia de los Cañares y aposento de Tomebamba”[31]. En 1546 estaban alzados algunos grupos de los Cañaris[32], pero otros, tal vez la mayoría, seguían todavía a los españoles. Durante las guerras civiles se encontraban Cañaris tanto al lado de los realistas como de los rebeldes. Parece que estos indios seguían el ejemplo de muchos españoles y se pusieron al lado del partido más fuerte en el momento dado. Cieza de León dice por ejemplo, con relación a las batallas entre Gonzalo Pizarro y el virrey Núñez de Vela, “todos los naturales, viendo la potencia de Pizarro, le servían y avisaban, lo cual no hacían al visorrey por verlo venir con poca gente”[33]. Fue importante también para la decisión de los Cañaris el papel que jugaban sus encomenderos. Por ejemplo Juan Márquez, uno de los encomenderos y partidario de Gonzalo Pizarro, se servía de los Cañaris como espías [34]. Pero ya en 1547 cuando Sebastián de Benalcázar llevaba una tropa al Perú en ayuda de Pedro de La Gasca, los Cañaris tenían que apoyar a los realistas. Cieza de León, quién formaba parte de esta tropa, nos cuenta que entre los cargadores habían por falta de hombres muchas mujeres[35].

También terminadas las guerras civiles, los españoles ocupaban a los Cañarís en servicios afuera de su región. En 1594 dice por ejemplo el testigo Alonso Laguío “del ayllo que llaman Xordán” , sobre el ya antes mencionado D. Diego Vilchumlay, que este “muchos años después fué hazia la cibdad de Quito para yr a la conquista de Lita y Quilca, términos de la dicha cibdad que estaban rrebelados contra el rrey nuestro señor”[36].

Si no podemos decir con exactitud en repetidas ocasiones de qué “conquista” se trata en el documento sobre el cacique Vilchumlay, nos es mejor conocida la de “Lita y Quilca”. Los habitantes de los pueblos de Lita, Quilca y Caguasqui en el noreste de la actual provincia de Imbabura ya se habían rebelado algunas veces. En los años cuarenta habían matado un encomendero: Pedro de Balmazela y sus compañeros; y en 1550 otro encomendero: Martín de Aguirre, un clérigo y algunos españoles más. En 1550 el cabildo de Quito encargaba para sojuzgarlos al capitán Francisco de Olmos y en 1551 al capitán Rodrigo de Salazar[37]. Pero como desgraciadamente se encuentran perdidos los libros del cabildo de Quito para los años de 1552 a 1572 no sabemos si los mencionados capitanes emprendieron algo o no. En todo caso en 1554 reunía el corregidor de Quito Antonio de Hoznayo una tropa de españoles e indios para castigar a los rebelados. A uno de los alcaldes de entonces, el ya mencionado capitán Rodrigo de Salazar, mandó al país de los Cañaris para levantar allí tropas auxiliares. Entre ellos se encontraban también D. Diego Vilchumlay.

D. Diego fue sin duda alguna uno de los caciques importantes de los Cañaris -se menciona a él con motivo de la fundación de la ciudad de Cuenca en el sitio de la antigua ciudad incaica de Tomebamba en 1557 y en 1558 está en la lista de los caciques que tenían que abastecer a la ciudad con huevos y pescados[38]- pero ni a él ni a otro cacique Cañari nombraron como jefe del destacamento Cañari, sino al descendiente inca D. Mateo Inca Yupanqui[39]. Como general en jefe de todos los auxiliadores indígenas -entre ellos también un grupo de 40 indios de Latacunga bajo el mando de su cacique D. Sancho Hacho[40]- actuaba un hijo del inca Atahualpa, D. Francisco Atahualpa Inca[41].

Aquí se nota ya muy claramente que los Cañaris no tenían más una posición privilegiada en sus relaciones con los españoles y eran tratados como cualquier otro grupo indígena. Habían pensado liberarse de la opresión de los partidarios de Atahualpa con ayuda de los españoles, pero tenían que notar solamente el cambio de una dominación extranjera por una otra. En vez de ser llevados como mitmacuna a otras regiones les obligaron ahora -muy en contra de su consentimiento- a reunirse en reducciones, y los servicios personales e impuestos no estaban levantados sino más bien aumentados.



Caciques cañaris en la procesión del Corpus Christi. Óleo sobre tela. Anónimo (siglo XVIII). 
Museo Arzobispal del Cuzco.


Por todo esto no extraña que los Cañaris buscaban una posibilidad de liberarse del yugo español. Esta la veían adhiriéndose al levantamiento planificado en 1578 por los indios Quijos de la región del Alto Napo. Estos indios de las selvas orientales tenían muy estrechas relaciones con los indios de la Sierra y para dar más empuje a sus planes se confederaron con algunos caciques de la Sierra para que en gran parte del territorio de la Audiencia de Quito estallase la rebelión de golpe. Los Quijos llegaron a destruir dos de las tres ciudades fundadas en su territorio y de matar a muchos españoles, pero en la Sierra no estallaba el levantamiento[42]. Allí las autoridades españolas se percataron de la conspiración ya antes de su comienzo, especialmente por los avisos del clérigo Diego Lobato de Sosa, descendiente de una esposa de Atahualpa[43].

La Audiencia de Quito nombraba a D. Francisco Atahualpa Inca como “capitán y justicia mayor” de todos los indios de la Sierra, instituido con muchos poderes para calmar la situación. Acompañado por su hijo Alonso este se fue a la región de los Cañaris. Allí confiscaba armas y caballos y llevaba algunos caciques como prisioneros a Quito, restableciendo así la paz. Entre estos caciques se encontraban algunos de Cañaribamba y otros del “pueblo de los Cuyes”[44].

Así, solamente 45 años después de haberse confederado con los españoles para librarse de la opresión de los partidarios de Atahualpa, los Cañaris tenían que experimentar que sus aliados de entonces se servían de un hijo del Inca para sojuzgarlos. El período de la Conquista había terminado y empezó el de la Colonia.

Hemos visto que prácticamente la primera etnia del imperio incaico aliada de los españoles fue la de los Cañaris. Las causas de esto fueron, sin duda, los acontecimientos de la “guerra civil” entre los partidarios de Huáscar y los de Atahualpa. Las fuentes ahora disponibles callan si los Cañaris querían separarse totalmente del imperio además de escapar del dominio de Atahualpa. Parece que al tiempo de los primeros contactos con los españoles no fue así, ya que el poder incaico les parecía aún demasiado grande para pensar en eso[45]. También los Chachas, Huancas y otros pueblos subyugados intentaron tan solo de independizarse cuando Huáscar había caído en manos de los generales de Atahualpa, y este último fue prisionero de los españoles[46]. Pero no hay que negar absolutamente esta idea que será confirmada por el ejemplo de los Cañaris mitmacuna en el Cuzco, que no siguieron a Manco Inca, el sucesor de Huáscar, sino que se pusieron incondicionalmente al lado de los españoles.


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_____________
* Estudio publicado originalmente en  Journal de la Société des Américanistes. Tomo LXIII (pág. 263-274). Musée de l'Homme. París 1974-1976. Reeditado en Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador. No. 7, (pág. 137-151). Quito. 1980.

Artículo tomado de:
https://biblio.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/51668.pdf
Contribución a la etnohistoria ecuatoriana, Colección Pendoneros, Quito, IOA, 1981.


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NOTAS

[1] Espinosa Soriano 1967: Espinosa Soriano 1972.
[2] Una compilación de los datos hasta ahora conocidos sobre status y rol de los Cañaris en el Cuzco en el siglo XVI está en preparación y se publicará en el Boletín de la Academia Nacional de Historia, Quito. Sobre los Cañaris-mitmacuna en otras regiones de la actual República del Perú, está trabajando ahora el colega Waldemar Espinosa Soriano.
[3] p.e. González Suárez 1978 o Arriaga 1922.
[4] p.e. Pérez 1957 o Bedoya 1965.
[5] p.e. Iglesias 1973.
[6] Arias Dávila 1965: 279: Cabello Valboa 1951: 320, 365, 374 (IIa. parte, caps. 16, 21,22); Cobo 1956: II, 84(lib. 12, cap. 14); Garcilaso de la Vega 1960: 298 (lib. 8, cap 5); Levillier 1940: 82, Murúa 1962­-64: I, 51-52 (lib. 1, cap. 21); Sarmiento de Gamboa 1960: 249-50 (caps. 45,46).
[7] Véase Rostworowski de Diez Canseco 1960.
[8] Pease 1972: 61-62.
[9] Bistancela 1594/95: 13 (Una copia de este documento me puso gentilmente a mi disposición el Lic. Guillermo Segarra J. en Quito, a quien estoy muy obligado).
[10] Sobre las batallas de Atahualpa contra los ejércitos de Huáscar y el rol de los Cañaris véase p.e.: Borregan 1948: 85; Cabello Valboa a 1951: 204, 421, 423, 424, 432, 435 (IIIa. parte, caps. 26, 27, 28); Cieza de León 1945: 145 (cap. 44); Cieza de León 1967: 246 (cap. 74); Fernández de Oviedo 1959: V, 47, 61, 103 (lib. 46, caps. 5, 9, 17); Gómez 1965: 282; Herrera 1934-57: X 330 (déc. quinta, lib. tercero, cap. 11); Molina (El Almagrista) 1968: 78; Murúa 1962-64: I, 133-36, 141-47 (caps. 46-50); Pablos 1965: 267; Pachacuti 1968: 312-13; Pereira 1965: 272.
[11] Bistancela 1594/95.
[12] Bistancela 1594/95: 9.
[13] López de Gómara 1954: I,215.
[14] Jijón y Caamaño 1936-49: I, 17-19.
[15] Zárate 1944: 71 (cap. IX); Pablos 1965: 265.
[16] Gómez 1965: 281.
[17] Herrera 1934-57: X 330 (déc. quinta, lib. cuarto, cap. 11), XI, 50 (déc. quinta, lib. sexto, cap. 9).
[18] Castellanos  1944: 446 (Elegía a la muerte de don Sebastián de Benalcázar, canto primero). Que este cacique Chaparra fue un Cañari ya ha dicho Jijón y Caamaño (1936-49: I, 26).
[19] Herrera 1934-57: X, 336 (déc. quinta, lib. cuarto, cap. 11).
[20] Herrera 1934-57: XI, 34 (déc. quinta, lib. sexto, cap. 5).
[21] Oberem 1967.
[22] Castellanos 1944: 451 (Elegía a la muerte de don Sebastián de Benalcázar, canto segundo).
[23] López de Gómara  1954: I,219; Zárate 1944: 76-77 (cap. 12).
[24] Lizárraga 1968: 55, Bistancela 1594/95: 3.
[25] Guillén Guillén 1973: 71-72.
[26] Vargas 1957 a: 122: Vargas 1957 b: 41. La compañera de Diego de Sandoval en Quito fue Doña Francisca Goya una hija de Huayna Capac. El conquistador la había tomado prisionera a ella en una “entrada en las provincias de Chaparra” (Bustos Losada 1951: 20).
[27] Arias Dávila 1965: 279.
[28] Bistancela 1594/95: 9
[29] Rumazo González 1946: 153,156.
[30] Cabildo de Quito 1539-43: 110-21.
[31] Cieza de León 1909: 167 (cap. 150).
[32] La Gasca-Pizarro 1964: I, 282 (Carta de Pedro de Puelles a Gonzalo Pizarro, Quito, 28 de noviembre de 1546), 288 (Carta de Pedro de Puelles a Gonzalo Pizarro, Otavalo, 15 de enero de 1547).
[33] Cieza de León 1909: 205 (cap. 179).
[34] Gutiérrez de Santa Clara 1963-65: III, 20 (cap. 40).
[35] Cieza de León, 1945: 145 (cap. 44).
[36] Bistancela 1594/95: 12
[37] Cabildo Quito 1548-51: 347-51, 408-09
[38] Cabildo Cuenca 1557-63: 10, 126. Es cierto que se habla solamente de un “D. Diego”, pero en p. 126 a él se llama además “cacique de Parra”. Mateo de la Parra fue en estos años el encomendero del pueblo de Toctesí, del cual fue cacique D. Diego Vilchumlay.
[39] Espinosa Soriano 1960: 205-06. En 1560 nombraron a D. Mateo Inca Yupanqui “alguacil mayor de los indios de Quito”.
[40] Sancho Hacho 1559·79: ff 8v. 17v; Oberem 1968: 41
[41] Oberem, 1968.
[42] Oberem 1971: 69-76.
[43] Lobato de Sosa 1591-92: ff. 7v. 12. La madre de Diego Lobato de Sosa fue Isabel Yarucpalla, una de las mujeres del Inca Atahualpa.
[44] Atahualpa 1556-86: ff. 6v. 8v-9, 11 17v, Atahualpa 1582-84: ff. 11-11v. Los habitantes del “pueblo de los Cuyes” pleitearon en estos años por unos terrenos que poseyeron en sus antiguos sitios donde vivían antes de haber sido reunidos en una reducción. (Según un documento del archivo particular del Lic. G. Segarra J., Quito).
[45] Bistancela 1594/95: 9
[46] Espinosa Soriano 1967: 262-64; 1972: 56-62.