miércoles, 6 de febrero de 2019

Guayaquil: un puerto colonial en los mares del sur, siglo XVIII

Según Constantino Bayle, el Cabildo colonial era una institución controlada por individuos pertenecientes a clanes familiares de gran poder, quienes usufructuaban sus cargos en beneficio de sus intereses particulares. Lamentablemente, en la actualidad sigue siendo igual. Los cargos capitulares fueron, al menos durante todo el siglo XVIII, el coto particular de individuos emparentados entre sí y pertenecientes a clanes familiares poderosos cuyos intereses particulares se resolvían a través del ejercicio de sus cargos. ¿Sabía usted que a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, dos importantes familias guayaquileñas se disputaban el control de los locales comerciales y mercados tanto formales como informales de Guayaquil? Este artículo analiza el emplazamiento urbano, las dinámicas económicas y las relaciones sociales que caracterizaron a Guayaquil durante el XVIII. El desarrollo económico y productivo que experimentó la ciudad-puerto se debió a su feraz entorno natural y a las posibilidades de comunicación que brindó el sistema fluvial del Guayas. Se analizan las particularidades de su estructura social, las relaciones entre la élite y los sectores subalternos, la estructura político-administrativa del Cabildo y la influencia que este centro urbano ejerció sobre los pueblos y partidos ubicados en su zona. Al final de esta entrada encontrarás un enlace al documento completo. La caja de comentarios está abierta para el debate.





Vista de Guayaquil y el río Guayas. En primer plano, Ciudad Vieja; y al fondo, Ciudad Nueva. Dibujo realizado durante la expedición Malaspina, efectuada entre 1789 y 1794. Firmado por el marinero José Cardero, que durante la expedición actuó también como dibujante.




Por María Eugenia Chaves *


La Real Audiencia de Quito tuvo como su puerto principal a Guayaquil, el mismo que hasta mediados del siglo XVIII cumplió un papel estratégico en la economía centro-andina controlada por la capital quiteña, distribuyendo la producción de la industria obrajera de la Sierra centro-norte que abastecía a gran parte del territorio colonial de la América del Sur. La crisis de la industria obrajera que vive la región desde mediados del siglo, aunado a las reformas económicas y territoriales que se implementaron en la región desde la década de los setenta en adelante, debilitaron el circuito del comercio interno creando un vacío en las exportaciones guayaquileñas que, en última instancia, llevaron a las élites económicas del puerto a privilegiar una economía de exportación basada en productos de la zona. 


Este desarrollo presidió un cambio estructural en la economía de la Audiencia que ubicó a Guayaquil dentro de un circuito de comercio exterior a gran escala fuera de las fronteras de la América del Sur, controlado por las élites económicas y políticas limeñas. En consecuencia, Guayaquil estrechó los vínculos que la unían a Lima en detrimento de aquellos que secularmente lo habían definido con relación a la capital quiteña. De esta forma, si bien desde 1739 la Audiencia de Quito pasó a formar parte de la jurisdicción del recién creado Virreinato de Nueva Granada, la autoridad e influencia que Lima ejercía sobre Guayaquil se mantuvo y aún se puede decir que sus relaciones se estrecharon en detrimento de aquellas que el puerto había mantenido con relación a Quito. Hacia fines del período colonial, las exportaciones del cacao producido en los partidos de la Gobernación despuntan como uno de los pilares de la economía regional. Esta circunstancia contribuyó a diversificar la ya compleja trama de relaciones que tradicionalmente Guayaquil había mantenido con otros puertos del Pacífico, como parte integrante de un circuito de re-exportación complejo.


La ciudad, con su ría y sus esteros, fue un puerto de carácter fluvial y no marítimo, propiamente dicho. El delta del Guayas lleno de bajos peligrosos, el golfo con los vericuetos de manglares que forman sus islas, hicieron de Guayaquil un puerto marítimo poco viable. Los barcos se veían obligados a atracar en la isla Puná. Desde aquí las embarcaciones más pequeñas, guiadas por prácticos conocedores de la geografía imposible de las islas y el delta, transportaban pasajeros y carga a su destino final. Hacia fines del siglo XVIII, la vida de esta ciudad encaramada en el cerro y regada sin prisa en la sabana, estaba profundamente definida por la dinámica que se generaba en el curso de su amplio río. Desde el imponente Malecón 2000, el río aparece como un escenario de belleza paisajística inigualable. Al contemplarlo, sin embargo, resulta imposible adivinar la actividad febril que hace dos siglos se desarrollaba a lo largo de su cauce y la importancia fundamental que tuvo para la vida de los guayaquileños. El Guayas fue un río lleno de tráfico, de barcas que traían y llevaban pasajeros y mercadería desde y hacia la isla Puná, de balsas y canoas que hacían los trayectos entre la ciudad y los pueblos del interior, de barcazas atracadas a sus orillas y a las bocas de sus esteros.


En este sentido, Guayaquil fue uno de los puertos más dinámicos de la costa pacífica durante todo el período colonial. La ciudad, además, mantenía un contacto dinámico con sus partidos localizados en la zona costanera, en los amplios valles fluviales cercanos a la villa y en las estribaciones cordilleranas. Por otro lado, la zona albergó a una población multiétnica compuesta por indígenas, esclavos, gente libre de color y blanco-mestizos, una buena parte de los cuales eran migrantes que provenían de las zonas andinas. Las relaciones que entre ellos se establecieron, así como su participación en el complejo entramado social, son preguntas que requieren una exhaustiva investigación. En este sentido, las reflexiones que siguen pretenden entregar un modesto aporte al respecto. 


Definir los espacios urbanos portuarios como una categoría de análisis, supone admitir el hecho de que existen ciertas características que los particularizan y los distinguen. La búsqueda de tales características ha recorrido intermitentemente los círculos académicos, sin arribar a conclusiones definitivas. Entre otras características comunes a los puertos, se ha propuesto que las relaciones sociales y espaciales que se generan entre la ciudad-puerto y los sectores rurales adyacentes adquieren características particulares; se ha llamado también la atención sobre el rol que desempeñan los sectores económicos locales, comerciantes y mercaderes, en la dinámica social portuaria. En el caso de Guayaquil, este enfoque privilegia en gran medida las relaciones a nivel local dentro de la región, controlada por el centro urbano, compuesta por los pueblos aledaños o partidos. Además, abre la discusión sobre las particularidades de la estructura social en el puerto y el tipo de relaciones que se generaron entre los diferentes grupos sociales que formaron el conjunto de comunidades locales presididas por la ciudad de Guayaquil. 



* Publicado originalmente en Procesos: Revista ecuatoriana de Historia. N° 24 (II Semestre, 2006): pp.45-65.
Lee el artículo completo en el siguiente enlace:
http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/1788/1/RP-24-ES-Chaves.pdf

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